jueves, 25 de febrero de 2010

rebelión 03

  
DE ENTRE LOS DEDOS.
 
Xusto O'Mon.

1.
Era probablemente un día de verano con viento o quizá sería solo la brisa del Cantábrico la que nos saludaba por la mañana. Era aquel, un atardecer de invierno soleadamente lluvioso en el que crecían las flores primaverales que invitaban a las mas bajas pasiones y a todo tipo de posesiones y pérdidas. Las cosas las digo así, como podían haberlo sido o debieron ser.
...Era mi casa, grande, blanca y de impetuosas galerías, en primavera se teñía de negras golondrinas y en invierno, el copo eterno recortaba el cielo gris. Desde su único pasillo, enorme, se llegaba a las habitaciones, al fondo, una puerta, mi puerta, y dentro, y desde la cama, mi techo, y en él, mis sueños dibujados en el aire.
...Era verde mi valle, gris, y profundo como la mar.
El pequeño remolino de casas de brillante pizarra negra y cal, con su musgo brotando de entre las piedras, y el olor; ese olor a yerba, a hierba húmeda, mojada, ahíta, como alga sin sal. Sin sal.
Llegó la hora. Adeus regatos pequenos.
Las botas en el asfalto, el casco sobre el deposito, el motor ronroneando, el agua empapando la cabeza, recorriendo la espalda. Surf en moto. Solo queda la carretera, la gasolina, el viento que espera ser partido por la maquina, la sensación de libertad, de adiós, de olvido.
Como la roca, que rota, rompe la ola.
La maquina se encabrita con cada acelerón, las curvas se retuercen a la espalda. Adelante, siempre adelante, velocidad. Los coches se apartan escupiendo agua a su paso, el asfalto se desliza bajo las ruedas, las gotas se aplastan contra la visera del casco, las manos vibrando, el cuerpo como gárgola, kilómetros, nubes, aire, tierras fugadas, rayas fugadas que marcan el camino.
El pasado es eterno y el futuro está en el próximo cambio de rasante. Sobre dos ruedas de caucho mojadas.
-¡Deja la lluvia!
-¡La dejo!
En Castilla no hay nubes, ni árboles. Solo campo, campo, colinas. ¡Cuántas estrellas hay entre sus tremendos horizontes!.
Sigo la estela de un camión. Resplandece en la noche con sus vivos colores, da gusto sentir el aire de cara. Como en el bajel pirata, con el sable en la boca, el cabo en las manos y el aire en los pulmones.
Un coche rojo sale de improviso. Frena. Freno. Veo la rueda delantera desde una extraña posición. Vuelo... Son bonitos los girasoles, tan altos y mirándose los pies.
2.
-¿Sabes como te llamas? - Dijo una silueta difusa.
-No recuerdo, pero debo tener algo en los bolsillos.- Dije.
-En los bolsillos no traías nada.
-¿Te has fijado que el arco iris no tiene el color negro?-. Contesté.
En el hospital me despertaban a cada hora, probablemente sería para saber si estaba muerto, nunca me había sentido mas vivo, con ganas de vivir y de romper. Me despedí firmando un papel y dando las gracias.
Era mi Guzzi, tan bonita; zahína y cromo, cariñosa y gatuna, desnuda y vestida, con viento en el cuerpo y miradas al costado. Era mi Guzzi.
Madrid está lleno de luces, bocinazos, guiris, agujeros, vagones y quimeras en cartones. Lo más alejado de uno. Lo más cerca de mí.
Es sábado, septiembre, hace calor. Doy una vuelta por el centro, dejo mi mochila en un hostal y pago por adelantado tres días. Conocí bastante gente cuando estuve hace años, estudiando o haciendo qué. Debería llamar a alguien pero prefiero no molestar. La mayoría estarán criando niños y trabajando como cabrones para pagar la hipoteca. Iré a un Púb irlandés que me gustaba. Me gustan estos sitios de madera.
-¡Brendan!-dije como siempre, sentándome en un taburete y dando un golpe con la mano abierta en la barra a la vez.
-¡Hombre! ¡Cuánto tiempo! Finnbar volvió el otro día. Preguntó por ti. ¿One pint?-dijo el irlandés-Pero nada, desde que te largaste no sabemos nada de ti, ¿qué tal?.
-Pisch, como una rueda, dando vueltas.
Bebo cerveza como un poseso, una tras de otra, con fruición. Es negra, grande, oronda, con una suave crema que marca cada trago. Me la metería por las orejas pero queda feo. Respiro, pienso en lo que quiero, y lo desdeño. Me quedo con lo que deseo.
Cambio de sitio, cambio de sitios, cambio por cambiar.
Jamás me he sorprendido por mi capacidad de perseguir un buen culo durante manzanas. ¡Y hacerme homenajes inmediatamente!
Era menuda, con el pelo a lo rasta, no sé donde la conocí, pero la conseguí. Con esas grandes tetas y ese cuerpo sinuoso. Fuimos a su casa, estaba cerca, en una de esas calles estrechas, con balcones, putas, comercios y vinos y patatas bravas y meadas en las paredes.

Éramos como osos en el pasillo, frente al gotelé, al lado del teléfono, abrumados por el deseo, nos apretamos, sobándonos todo lo sobable. Me desabrocha los pantalones, mientras nos besamos sintiendo las puntas de las lenguas. Enrosca sus piernas en mis caderas, y yo, con un suave empujón, comienzo a dar rienda suelta al atasco. Revoloteamos por el suelo jadeando, intentando llegar a la cama, avanzando baldosa a baldosa, empujón a empujón. ¡Ah!,mh.
-¿Qué dices cuando me recuerdas?.
-Que estoy contigo, en tu cabeza, mirando las flores, ¿y tu?.
-No te recuerdo, te tengo. Aunque no estés.
Vuelvo a la calle, es madrugada. Iré a dormir. No me he querido quedar, habría que desayunar.
3.
El sonido sale a borbotones de los altavoces. Los cuerpos danzan frenéticos una música repetitiva que hace temblar el suelo. El ambiente es andrógino, un morbo, el juego de miradas es excitante, el sudor moja la piel, traspasa el aire hasta ser común, todos en una pecera, nadando todos en todos, mojando todos a todos, untando y comiendo. Las luces giran, se encienden y apagan, marean hasta la borrachera, me siento libre, capaz de cualquier cosa, hablo con la pared, con el suelo, con las puertas. Conozco a un grupo, sonríen, todo es maravilloso; me uno a ellos. ¡Que guapos somos todos!
Empezamos a hacer una ronda por sitios con música electrónica y espasmódicos.
Estamos hablando en una esquina. Veo a un policía de botas altas negras y chaleco que miraba el trafico como si no fuera con él, entre los dos carriles, con los dos brazos caídos. El chaleco brilla en la oscuridad. Los coches pasan a su lado frenándose, desconcertados. Da un paso hacia delante. Un coche le embiste levantándolo por encima del capó, rueda por el techo y cae. El siguiente frena sobre su cuerpo.
Llegamos a otro sitio igual que el anterior, nos dispersamos, sigo el movimiento de los cuerpos, mi mirada se detiene en uno; no oigo la música, veo. Surgen mariposas por detrás de la pelirroja que baila en el centro de la pista. Son rojas, contrastan con el blanco del vestido y el fondo muchedumbre, las luces que giran se mezclan con los milagros encarnados que revolotean formando un torbellino.
No noto nada, veo el prodigio, me acerco. La miro a los ojos, los tiene negros, ella baila ajena a mí, gira y gira, agitando los brazos, los sube y los baja, mueve la cabeza, el pelo tapa su cara a ráfagas rojas.
-Deberías buscar.
-Ya la encontré.
-Sigue buscando.
-Ya no lo hago.
4.
Nunca he estado tantos días sin salir de una casa.
Veo el cuerpo de Luisa, es blanco entre sus sabanas verdes. Las mariposas encarnadas vuelan a nuestro alrededor formando una espiral anaranjada que nos encarcela mientras rebosamos. Toco su cadera, la beso, la lamo, sigo la línea con una suave caricia, del muslo al vientre, del vientre al muslo. Esas caderas como templos, esa piel tan fina de entre las piernas preparada para. Esos besos. Besos.
Luisa en otros tiempos sería un sueño. Tengo la mirada llena de huesos. Dormía, enredada en esas sabanas, con un beso en las espaldas.
La radio suelta música melancólica. Luisa baila a los pies de la cama, sonriendo, tiene una orquilla en la falda y la falda como todo disfraz. Con una mano levanta la coleta para convertirla en surtidor de henna. Con un movimiento excitante, hace mover sus pechos, con los pezones incorporándose ante mi entusiasmo. Se me acerca, quito la orquilla con la boca y la escupo lejos, veo lo que queremos que vea; y lo beso, un beso largo, un beso lleno de pelos. Se acuesta a mi lado frotándome con toda su piel. Enfilando con las orejas y con las manos engarfiadas en la colcha, aplasto el aire. Escucho ronroneos y restriegos de impaciencia contra las sabanas. Sus tentáculos frustran mis ganas de lanzarme y, obedeciendo, desde lo más profundo de mi nuca lanzo mi lengua para saciar el ronquido que llega de lejos y de tan cerca de la vez.
-Siento la piel caliente-dijo luisa.
-Eres caliente. Naciste caliente-respondí con suavidad.
-Tengo frío lejos de mi cama, de tu cama.
-Necesito agua, necesito agua.
-Voy a salir de Madrid, quiero moverme-dije.
-Oye, quiero irme contigo-dijo Luisa- tengo vacaciones, dos semanas.
-Bueno-respondí.
-¿dónde vas?-murmuró.
-No lo sé, ¿dónde quieres ir tú?.
-A cualquier parte. En Granada, en una semana. Estoy harta de copiar y pegar.
-Muy bien, llámame.
-El sur. El sur me quemará. Busca el sur.
5.
Málaga. Estoy en la playa, el agua mediterránea remansa la mirada y aguijonea la violencia soterrada. La salpicadura de la poca brisa me llegaba al atardecer y está amaneciendo...,cuerpos mondos y lirondos se embadurnarán de aceite como sardinas, desparramándose en este puto alfeizar de arena, lleno de tostadoras para alquilar donde crepitan las pieles.
Una pareja juega al bádminton delante de mi. Grandioso, que estilo, que revés, que levantada. Ni la Anita Ekberg en la fuente. Las tetas pirueteaban en el aire como cigarrillos en la oscuridad, oscilando de un extremo a otro de la playa.
Me acompaña una chiquilla, con pelos rizados y mechas, sin desbravar, pero con ganas, que es, con mucho, lo que me hace derretir. Hemos pasado la noche juntos, con fiereza por su parte y rabia por la mía; aferrándonos a nuestras costas, como escualos, dejando mi cuerpo tembloroso, desgoteado, ya sin deseo.
Aquellas pisadas en la arena, arena que masajeaba sus pies, arena diseminada por su cuerpo. Arena soy. Soy reloj de arena con agujero. Me difumino. Te hundiste en mi, me llenaste de ti. Largo es el camino para el atajo corto.
El pelo se mezclaba con las algas con un suave movimiento ondulante y las burbujas con la espuma.
6.
Granada. Mirador de San Nicolás. Veo la Alhambra. Ladrillo como hueso recién descarnado. Tomé esa tierra como mía. La tomé. Surqué el río Genil como una hoja, ¡no!, como un árbol, con todas sus ramas y sus nidos llenos de vida y sus gatos con bombero y señora señalando con el dedo, y sus rayos de sol o de tormenta, con sus hojas verde amarillentas, sus frutos, su sombra que cobija y el tonto que se moja dos veces y su resina mosquitera y su recolecta de corazones grabados en su corteza y aquella cabeza en mi regazo.
-El clavo que atraviesa mi intestino, está firme y profundamente clavado en el granito; huiré vaciando mi tripa.
Espero a Luisa, no sé porque viene, pero puede estar bien una compañera de viaje, no me lo había planteado, no quiero dirección, se irá pronto, me arrepiento; puede estar bien, me pondré guapo, da igual, tendría que ir a la pensión, he quedado con ella en la parada, no voy a ir, tomaré una copa de coñac y me apetecerá verla. No voy a ir. El bus busca su parada. Ahí quiero estar yo.
Tengo un fino en la mano y su mano en mi cadera. Tengo un cacho de amor en las rendijas de sus ojos. Sueño con ese olor que respiro, me gusta tenerla tan cerca, es como tenerla cerca, es bueno volver a ser. Es por eso que aprecio el adiós.
Vamos caminando por las calles de Granada, empinando el codo en cualquier bar, llegamos a una taberna antigua, toda de madera, con sabor. Algunos paneles de plástico descoloridos marcan el precio de los bocadillos. Nos pedimos unas cervezas y unos bocatas. Es una aventura, una fiesta. Me siento fuerte luciendo nuestro deseo. El que quisiera podría ver esas redes invisibles que atan a los amantes.
Estaba contento, nerviosamente relajado; hacía tiempo que no sentía esa sensación, pero tenía gracia, me gustaba que me rozara con la pierna, un roce como de sábana.
Su espalda apoyada contra la pared y una sonrisa ligera, tenue, casi perdida en lo mas recóndito de la comisura de sus labios. Bebía de la botella cogiéndola del cuello, del cuello.
-¿Vamos a la playa?-dijo dando un saltito. No era ese mar el mío, hago recordar.
Alquilamos un coche y vamos a Sierra Nevada, es extraño ver nieve en Septiembre, si a eso se puede llamar nieve. Bajamos sin tener camino prefijado, empezamos a dar vueltas, cogiendo siempre la primera desviación, subiendo y bajando, pasando varias veces por el mismo pueblo; igual que en una película de Peter Sellers; hasta cinco veces por Orgiva, tres por Cádiar, otras tres por Trevélez, hasta perder la cuenta. Esto de las pastillas es curioso. Cuando nos cansamos de dar vueltas, paramos y follamos; en el coche, fuera del coche, sobre el coche, al coche... Dormimos en el asiento trasero.
Las mariposas repiquetean en las ventanillas enrojeciendo el mundo.
-¿Estás?.
-¿Tú qué crees?.
-¡Estás!.
Al despertar, Luisa intenta arrancar el cochecillo, nos habíamos dejado el aire acondicionado puesto, menos mal que ciento cincuenta metros mas allá había una cuesta abajo y que tengo los codos duros, porque me hice polvo al caer de frente mientras empujaba, no me dolió mucho, me dolió más la carcajada de un paisano que disimulando miraba a otro lado.
Volvemos a Granada, hay que dormir en la pensión, por el camino nos entretenemos tomando unos vinos con tapas, una barbaridad, al final nos perdemos, sin saber el nombre de la maldita pensión llena de piojos y mosquitos. Desesperados, sentados en un portal, dispuestos a morir en el intento, Luisa mira para arriba distraidamente, -¡"Pensión Granada"!- grita. -¡Manda carallo!- digo yo.
Despertamos, pagamos y nos vamos. Sin despedirnos de la fauna y del plástico que cubría el colchón.
Nos pasamos varios días así, parando en pueblos, parando en árboles y moviendo todo. Hablando lo menos posible con la gente. En una discoteca de la zona, ni idea del nombre, me puse a hablar con una chica, bastante bonita, si. Pero los del pueblo pensaron que quería otra cosa. Cierto era. Tuvimos que salir corriendo, con alguna magulladura que otra. Pero sanos, yo menos sano.
Otro día, Luisa quiso mojarse los pies en el río Darro, y cayó en el agua tan larga era, yo claro, me tiré para salvarla no sea que muriese ahogada en sus carcajadas, que unidas a las mías formaron un orfeón que hasta los pocos peces que había se unieron al desastre.
Nuestras ropas mojadas estaban tendidas en ramas, no hacía frío, nos habíamos cambiado, yo con unos pantalones cortos, ella con un vestido de colores, se adivinaba su húmeda desnudez; la cintura remarcaba las caderas con esa tela pegada. Y el ombligo besado por mi.
Sentados en una roca, mirábamos el cielo.
-Necesito amar-dijo Luisa mirando un pájaro que nos sobrevolaba.
-Necesito pasión, mas pasión de la que pueda soportar. Hasta reventar-dije mirándola-hasta olvidar, es de día y sueño.
-Soy tierra, soy agua, soy aire, soy todo lo que tocas, soy lo que quieras que sea- susurró inclinando la cabeza y mirándose los pies.
Más tarde y comiendo un filete, mientras explicaba con rotundidad un argumento estúpido agitando las manos, golpeé el tenedor que con un pedazo de carne suela había dejado apoyado en el plato. Salió el tenedor catapultado hacia arriba dando volteretas y el cacho de carne con su salsa en la otra dirección, yendo a parar a la mesa vecina, con el natural desasosiego por mi parte y graves miradas por la otra. Luisa se reía como una posesa. La maldita.
Vimos un fotomatón en un centro comercial. Nos hicimos unas fotos de lo mas artísticas y explicitas... Una señora nos preguntó por la calidad del aparato y Luisa le enseñó las fotos. Todavía debe tener la boca abierta.
Andábamos rápido, viviendo rápido, de un lugar a otro, autobús, coche, del mar al mar y al monte, durmiendo en la playa, en hostales. Donde nos pillaba. Tiempo de reír. ¡Tiempo parado cuán veloz pasas!
Estábamos en un dique, donde rompen las olas, donde gritan las gaviotas, donde se ciernen las tormentas, donde al caer la tarde se apretujan los cuerpos, donde los peces se llaman pescado y a las piernas, vaya mujer. Estábamos en el dique, en todo su esplendor, con ese fragor ligero que produce el agua al espuma jadear.
-Creía que siempre había estado contigo.
-Siempre has estado conmigo.
-El pez busca agua en el aire cuando no tiene aire en el agua.
El viaje acaba, tengo ganas de volver, me empiezo a agobiar, nos vamos a poder deletrear, y no quiero eso.
-Cortar y pegar, me quedan cinco días-lloró Luisa.
Madrid, Atocha, centro mundial del coche cruzado. Jamás he conseguido entender como se las apañan para crear lío tan monumental. Es imposible cruzar de un lado a otro sin jugarse la vida. Un montón de valientes se lanzan al paso de peatones escuchando el amenazante ronroneo de las maquinas en la línea de toriles.
Estamos andando por la calle de Ronda de Atocha, es una calle ancha de acera estrecha, por tanto lógicamente vamos por el camino más fácil: Nos pitan. Lo que no me produce ni frío ni calor, pero sí prisa por acercarme a la atractiva acera. Luisa, que estaba pensando en diversas cuestiones importantes de la vida, supongo, se quedó enfadada, en medio de los coches, despotricando, señalándome con el dedo. A mí nunca me ha gustado que me señalen con el dedo. A mí nunca me ha gustado que me arrojen objetos cerca del cuerpo. Eran insultos como piedras. Ninguno me llegó a molestar. Algo había que hacer. Empecé a gritar mi amor casi eterno a pleno pulmón mientras los coches pasaban con indiferencia, los conductores me miraban. Uno de ellos se acerca peligrosamente a Luisa, choca de frente con una moto que venía en dirección contraria intentando evitarla en la mediana. El motero salta por encima. Luisa se echa las manos a la cabeza. El volador se echa las manos a la herida de la cabeza. Los cláxones se echan las manos a la cabeza. El municipal se echa las manos al pito, yo, también. Luisa sale despavorida hacia mis brazos. Dos coches chocan lateralmente con ruido de plásticos y llorar de neumáticos.
Pitos, neumáticos, turistas, la vendedora de colgantes de baratillo de la esquina, lunas, chapistas y aseguradoras se han dado cuenta que hemos llegado. Joder.
Nos abrazamos. Le dí un gran beso en los morros y levantándola a la altura de mis costillas nos fuimos andando.
-¡Menudo follón han montado!-dijo Luisa asustada- ¡Casi me veo perdida bajo unas toneladas de escombro!.
-No ha pasado nada, todo está bien. Siempre has estado bien- Dije.
-¡Pues tu no!, teníamos que ir a un sitio que está en Lavapiés y tu allí, en la acera, haciendo el imbécil- me gritó. Me montaba a caballito con sus piernas paralelas al suelo como si estuviese montando un garañón.
Nos fuimos. Alguien nos gritó. Nos metimos en un Burguer por una puerta y salimos por la otra. No sirvió de nada, Bueno si, Luisa llevaba un paquete de patatas. Cruzamos la calle y nos perdimos entre la gente.
Andamos dando un rodeo y subimos por la calle Valencia hacia Lavapiés. Nos tropezamos con un chino, perdón, varios chinos andando en fila con grandes paquetes de ropa de todo a tres Euros. Magrebíes mil charlando delante de los bares, dominicanas culonas parloteando en las esquinas, un negro enorme del Congo o de por ahí con una especie de chilaba multicolor y mirada amarillenta, mujeres con chádor mirando al suelo con niños, carrito y bolsas de la compra. Paquistaníes con gorritos blancos y fardo. Un español en el quiosco de prensa ojeando revistas lúdico ginecológicas y el quiosquero mirándole aviesamente mientras repiqueteaba con los dedos. Varios bares llenos de españoles y españoles llenos de bar, ecuatorianos oscilando llenos de cualquier cosa. Este barrio es un damero de razas.
Tenemos hambre, habrá que buscar un algo, subimos por la calle Lavapiés y llegamos a la plaza de Tirso de Molina. Está llena de yonquis dándose importancia, ...Picadilly. Autobuses endemoniados se persiguen dando vueltas, señoras vestidas de boda van disciplinadamente a despellejar a la familia a un salón lleno de dorados y floripondios, al lado, un teatro vomita gente encantada, no se sabe si por lo visto o por salir. En un edificio la bandera de la CNT hace juego con los desconchados de su fachada. Todas las calles parecen escapar de la plaza. Tirso de Molina, de palomas cagado, poco Don Juan queda.
Entramos en un bar cuya especialidad son los zarajos de Cuenca, que son tripas que envuelven un palo, es verdad. Lo juro. Los clientes intercalan carajillos con cañas, nos unimos a la clientela. Luisa da una patada a un montón de servilletas y huesos de pollo, se sienta en un taburete, bebe el carajillo soplando y renegando. Yo disimulo y bebo con tranquilidad la bomba de relojería.
Luisa no pegaba allí, pero estaba conmigo, me ponía guapo, fuerte, más alto, olímpico.
-Esto parece el Bolshoy, todo el mundo está bailando- dice Luisa, con una mirada esquinera- ¡no es que me lleves a los mejores sitios!
-Para ser de barrio bien no te desenvuelves mal. De todas formas esto es mas barato y la gente es igual, solo babea un poco más -dije intentando parecer gracioso.
-Pues yo no voy al servicio, no sea que me salgan leones.
-¡Vaya!, hasta ahora no te habías quejado. No todo es campo, ésta es tu ciudad. Podíamos ir a un sitio que no recuerdo como se llama ni en que calle estaba, es flamenco, está cerca, no me gusta, pero es un sitio lleno de gitanos y guiris dando palmadas, tiene gracia. Después vamos a algún sitio de los tuyos.
-¡Bien!, estupendo, pero si evitamos el flamenco muchísimo mejor.
Caminamos hacia el centro. Es un laberinto de piernas lleno de aceras. Una niña me pide dinero, es una frambuesa con los ojos almendrados, pide a una pareja que acaramelada se besuquea en un banco, me vuelve a mirar girando el cuello mientras se aleja. Tiene algo de Luisa.
Llegamos a La Puerta del Sol, (¡Qué culo el de Luisa!).
Es como en la Meca, donde chorretones de gentes giran alrededor de un meteorito, de hecho hay una fuente que parece un meteorito aplastado. La gente que no conoce Madrid tiene por costumbre quedar al lado de la estatua del Oso que se apoya en un árbol. Se nota porque tienen los brazos cruzados y cara de cabreo, también quedan en una losa que es el kilómetro cero de las carreteras de España, igualmente tienen los brazos cruzados y cara de cabreo, pero estos miran al suelo. Por cierto, el oso del árbol es una osa.
Luisa me abraza, sonríe y me da besos mientras andamos por la calle Preciados.
Sería un paquidermo volador en su honor, un cuaderno de bitácora sin Kirk, una lengua despeinada, una sonrisa despiadada. Cualquier cosa.
Son las diez de la noche, el club todavía está cerrado. Mientras pensamos que hacer nos metemos en un sex shop que hay en la esquina, hace años era una tienda de perritos calientes, ahora casi también.
Vemos los videos: "La sartén por el mango", "No profesionales enseñan todo", "Maduritas mancilladas por sementales cachondos", "Las suecas de Ibiza saben francés", "Rocco Sifredi ataca de nuevo", "chicos contra chicos", "El chico de Ipanema", "En las cuadras se folla bien".
Nos acercamos a las estanterías: todo tipo de vibradores, grandes, pequeños, enormes, inconmensurables, para doble penetración (¡glub!), de colores... Ropa de cuero con tachuelas, fustas, porras, tangas negros, rojos, de piel de leopardo con flecos dorados e hilo dental...
-¡La gente se lo pasa bien!- dijo Luisa con la boca abierta.
Yo, que estaba embobado mirando un estirador de pollas que tenía en la mano, no acertaba a contestar.
-Yo probaría primero con un pepino- dije después de un rato.
-¡Menuda ensalada, ni un pasapuré!- dijo -¿Nos vamos mañana a casa de unos amigos?, viven cerca de El Escorial, en un chalé, te gustarán. Después ya veremos lo que hacemos. ¿Vale?.
-Mientras que no se te parezcan...-respondí.
-La ausencia de amor es el dolor mas profundo...

4 comentarios:

  1. Hola!
    No he podido dedicar tiempo a leerte hasta ahora debido a un fallo técnico (un ordenador echando humo, nada serio).
    También te he agregado a mi lista de blogs.
    En cuanto a lo que me preguntaste sobre la extensión de los post... pues no sé. Quizás sí que los haces demasiados grandes y deberías ir dosificando más tu historia. Yo pondría una entrada por capítulo. Creo que la gente que se encuentra con una entrada a la que tiene que dedicar tanto tiempo se echa para atrás, que es preferible ir publicando menos cantidad pero de forma regular.
    Mola mucho, muy lírico. Me has hecho recordar muchos sitios que conozco. Sugerencia: poner alguna foto o dibujo de paisajes o lugares que nombras para darle color al blog y para que la gente que no los conozca los vea.

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  2. Eres un artista! Cuando he visto tanta letra junta casí me ha dado pereza, pero la verdad es que se lee solo...

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  3. Hola. Coincido con los demás en que tu prosa es magnífica. Te encuentras con un problema parecido al mío y es que los que no somos rácanos con las palabras y contamos en largo, no nos lee ni la madre que nos parió (por internet).

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  4. Consiste en que lo lea alguien, digo yo.

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