LA INCREIBLE TEMPESTAD.
Las células nacen, se reproducen y mueren. Los humanos solemos hacer lo mismo, de una forma u otra, nos nacen, nos multiplican y nos morimos, pero hay individuos inmortales, personas perdidas, legendarias, arrebatadas a la memoria de los pueblos, para bien o para mal, según toque la victoria.
Lo que nos hace diferentes es la individualidad, siempre hay alguien increíble, a tu derecha cuando tomas un café por la mañana, hay uno de ellos, varios probablemente. Depende de las circunstancias.
Al tratar de un tema tan escabroso como la individualidad uno piensa quizá en los lideres, Alejandro Magno, Felipe II, Hitler, Stalin, Washington, pero estos son conocidos, amados y odiados, pero sobre todo estudiados, no suele hacerse un estudio sobre las personas que hicieron posible la historia, porque la historia, llena de grandes fechas, olvida al que puso la bandera en aquella colina, al que poniendo todo lo que tenía, casi siempre lo puesto, venció o perdió, pero luchó.
La individualidad es enorme, tan grande, que se difumina con el paso del tiempo.
Ernest Shackelton, dos años perdido en el polo sur con veintiocho tripulantes a bordo del "Endurance"(Resistente), todos volvieron con vida, sólo uno perdió los dedos de los pies por congelación y se puede pensar que no estaban avisados, pues no, la carta solicitando personal decía esto, “Se buscan hombres para un viaje peligroso. Mucho frío. No se asegura el retorno con vida. Honor y reconocimiento en caso de éxito”.
Os puede parecer que no podían ser gente normal, delincuentes o lumpen. A estos veintinueve hombres les gustaba tomar café sentados en la barra del bar y soltar de vez en cuando una risotada.
Tengo una pequeña colección de personas tremendas, las tengo pinchadas con alfileres en pequeñas cajitas, como mariposas o coleópteros, en mi cabeza, en un libro, en un recorte de periódico y en recuerdo de una novela que quisieron ser pero fueron verdad, como Shakelton y sus aventureros australes.
Ahora una pequeña lista por si teneis curiosidad:
-El inmortal Castropol.
-Joachim Peiper.
-Dirlewanger y Kaminski.
-Durruti, Ascaso y Oliver.
-Alfred Redl.
-El Mariscal Pardo de Cela.
-Corocotta.
-Prisciliano.
-Jack Churchill.
-Alvar Nuñez Cabeza de Vaca.
-Pasionaria.
-Dennis Hopper el día que escapó de John Wayne mientras escuchaba a sus espaldas: ¿Dónde está ese maldito comunista?
-Moby Dyck.
-La estación de Canfranc y Walter Benjamin.
Un tipo que conoci dijo: ¡Mi padre tiene mis genes!
Vidas que fueron una increíble tempestad.
“La mente del hombre, cuando vuelve la vista atrás, filtra siempre con el tamiz de la memoria los grandes acontecimientos del pasado, y elimina los sufrimientos de los soldados, sus angustias, la tristeza”. Vasili Grossman.
EL INMORTAL CASTROPOL.
En 1808 la situación en España era singular: invadida con permiso del rey español Fernando VII, (tan dado a las buenas ideas como siempre demostró) el ejercito nacional tenía la orden de mantener el orden y de apoyar al ejercito francés. Sólo después de provocaciones y de humillaciones, el pueblo atacó al ejercito Napoleónico, que desde luego no era lo mejor de cada casa.
El pueblo español, rudo y acostumbrado a la dureza del trabajo y sin otros horizontes que los que cantaba el pregonero decidió dedicarse a la caza del gabacho, cosa que unió a vecinos testantes e incluso a herederos delante de notario.
Un ejemplo de la razón de la derrota del mejor ejercito del mundo fue Antonio García-Monteavaro López “El inmortal”, nacido en Castropol, Asturias.
En estos tiempos en que un resfriado es motivo de visita a urgencias, ambulancia ululante y sala de espera con televisión, nos resulta difícil entender como nuestro Antonio fuera herido once veces, fusilamiento incluido, y todavía le quedaban ganas para enfrentarse a diecisiete franceses, vencer y llevarse una bandera capturada. Cuando le fusilaron mal recibió cuatro disparos, entendiendo el error ajeno, tres meses después fusila al fusilador quedando claro que había aprendido.
A finales de 1812 le cubren de honores en Cádiz. Discursos, homenajes, brazos sobre el hombro y demás costumbres españolas dejan al hombre con honor y sin un real, de tal manera que a mediados de 1813 todavía tenía dos heridas abiertas y la fonda sin pagar. La buena voluntad de unos pocos consigue curarle.
Cuando pudo andar volvió a la guerra, que por supuesto termina rápido.
Fernando VII agradece los servicios del pueblo cargándose constitución y demás fruslerías, Antonio se une a los liberales contra “El Felón” junto a Juan Martín “El Empecinado” vuelve a la guerra, capturado por los absolutistas es liberado en 1925.
Fernado VII, después de morir organiza la primera guerra carlista (1833-39). Este señor no paraba de acertar. Antonio García luchando en el bando liberal es capturado por el cura Merino, famoso por su bondad y rectitud, le quita su querida hoja de servicios continuando hasta hoy desaparecida.
Por fin, la vida de Antonio García acaba en 1841 en La Coruña, es enterrado en una fosa común para indigentes y así queda demostrado el cariño de la sociedad por sus héroes, siendo los fuegos fatuos y la hierba crecida su ancestral mausoleo.